martes, 11 de septiembre de 2007

Carta a Bartolomeo John Lypton

He sentido miles de veces como el destino teje mi camino, y sin darme cuenta caigo entre sus hilos, he mirado cabizbajo como la vida se arranca de mi piel y mis fuerzas ya no son las de un joven explorador busca tesoros, pero si he forjado grandes espadas.
Los oros caen en mis manos, cada vez, que sostengo mi cercanía con el nuevo Loco.

Y se que tengo pruebas suficiente, para pensar que Ana no murió de la forma que todos creemos y que el suicidio de Holst fue inducido por una fuerza universal, de la que nuestras mortales mentes escapan de su comprensión.

Me sentí inquieto desde el momento en que comencé a escribir estas letras, mi corazón me invita a seguir adelante aunque mi cordura ruega que me detenga, siento sus pasos en la escalera y se como se acercan a mi escritorio, a pesar de la distancia, puedo sentir su putrefacto aliento, como sus garras rasgan las madera, y como su aura de muerte contagia mi cálido hogar…

No dejare de escribir hasta que mi cuerpo caiga, tembloroso y profanado, por aquel ser que por eones yació muerto pero soñando, se que alargué en vano mi poco tiempo, he trancado la puerta en un acto humano de supervivencia, y ahora siento como forcejea para entrar y tomar mi alma, devorarla y rejuvenecer…

Mi cuerpo comienza a temblar, pero estoy conciente que la muerte es solo el comienzo.
El símbolo que por eones encerró a Hapmetab, hoy dejará que mi ultima memoria no sea destruida…